Recuerdos inexistentes de un verano que nunca ocurrió pero que posible y probablemente pase éste.
Una piscina de bolas, celo, plastelina y telas de colores. Cojines y mantas y frío y mi insomnio crónico abranzándome.
No hay tiempo para nada, todo se detiene y todo corre pero los relojes no pasan.
Mi cerebro no reacciona a estímulos, simplemente actúa según una extraña supervivencia automática.
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