20090311

Hermafrodita.

En 1915 estuve un poco chiflado, chiflada, chiflado, chiflada. Mierda, nunca recuerdo quien soy. Intento no respirar y siento que me ahogo y me acomodo en el sofá pensando si ya es hora de morir o aún es demasiado tarde. Veo como el día se junta con la noche y me pregunto si debería estar haciendo algo. Cierro los ojos y lo único que veo son mares de sangre que se preguntan qué hacen ahí, espejos rotos, un ojo que me mira y que me despierta y una boca que me grita que salga de ahí. Salgo a la calle, la noche es negra y brilla tanto que me produce un dolor agudo en la sien. Camino camino y camino hasta que paso por un callejón y mi mirada se desvía a los ligueros de una prostituta parada y en ese momento me parece la mujer más bella del mundo, fumándose una cigarro fino y largo con una calma extrañamente apasionante y me entran ganas de solicitar sus servicios pero recuerdo que no tengo ni una peseta y me pregunto si la bella mujer podría hacer una excepción, enamorarse de mi y fornicar gratuitamente y por amor al arte. Todo esto se rompe en miles de cristales cuando paso más cerca de la mujer y como un jarro de agua fría me doy cuenta de que nada es lo que parece. Desisto en la idea de encontrar algo que hacer con las mujeres de la calle y me pregunto si alguien sería capaz de quererme alguna vez. Finjo que me da igual y sigo caminando por la noche. Intento no pensar en los charcos de sangre que antes me inundaban, todo es basura, y mi cerebro no reacciona. En 1915 estuve un poco chiflado, y nunca conseguí cambiar los hechos.

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